Una mirada hacia el interior de la persona que permite destrabar esos nudos que impiden establecer vínculos con los demás en cualquier ámbito de la vida.
Por Silvina Vitale.
Quien no sintió alguna vez alguna traba o cuestión sin resolver en alguna de sus relaciones, sin poder identificar bien el por qué o sin poder resolverlo. Con un compañero de trabajo, también con un hijo, un padre, madre o algún amigo; justamente las constelaciones circulares ahondan en las conexiones que se establecen en las relaciones humanas. Al “abrirnos a otros”, mediante la circulación no solo nos reconocemos sino que mejoramos todos nuestros vínculos, ya sean de pareja, familiares, laborales o sociales.
Este método o práctica fue creado por Guillermo Echegaray, doctor en Filosofía y licenciado en Psicología Clínica y organizacional, quien asegura que las constelaciones circulares son su aporte al camino de las metodologías de simulación grupal y de trabajo en grupos. Echegaray tomó elementos de la terapia, de la dinámica de grupos de encuentro, la psicología positiva, de distintas teorías filosóficas sobre el encuentro con los otros y de las ciencias cognitivas. También estuvo claramente influenciado por las constelaciones familiares, “estas me han enseñado que los problemas humanos no son el resultado de algo negro o erróneo que llevamos en nuestro interior y que hay que extirpar sino más bien la consecuencia de desórdenes en nuestros sistemas familiares recientes o incluso de generaciones anteriores”. No obstante, las constelaciones circulares se diferencian de las familiares en que, en vez de encontrar en las relaciones del pasado las claves para entender y resolver los problemas del presente, estas se centran en el ahora.
¿Para qué sirven? “Las constelaciones circuladas permiten que la persona pueda entenderse y ser entendida por los que la acompañan en relación a cualquier asunto que esté en aquel momento vivo o viva en ella”, sostiene Echegaray. En ese sentido, explica que cualquier asunto, ya sea un problema o una alegría, puede ser circulado, y a partir de entonces puede vivirse con una profundidad diferente porque se encuentra la respuesta a aquello que representa un núcleo bloqueado durante mucho tiempo.
LIBERARSE PARA CONECTAR
Según el especialista de origen español, no hacen falta requisitos especiales previos para vivir la experiencia de las constelaciones circulares, pero sí la intención de vivir lo humano en profundidad. Mediante esta práctica, la persona “circulada” puede abrirse y mostrarse, en un espacio libre de juicios en el que se siente entendida, acogida y vista.
¿Cómo? “Generalmente, la persona que quiere ser circulada se presenta delante de un grupo pequeño, compuesto por seis a ocho personas -que habitualmente no se conocen entre sí- y plantea aquello que está vivo en él o ella en ese momento. A partir de ahí el grupo, conecta con la persona, escucha y hace preguntas para entender lo profundo que hay en el asunto y lo que todavía no se ve pero quiere emerger”, dice.
Esta práctica dura alrededor de una hora y media y, al final del proceso, generalmente la persona circulada se descubre a sí misma en dimensiones o aspectos que ella misma desconocía, pero, sobre todo “se siente vista y reconocida en lo profundo por los demás”, aclara.
Echegaray enfatiza que en las constelaciones circulares se deja de lado toda idea de querer resolver o solucionar algo. “Lo paradójico es que cuando abandonás toda intención de resolver o sanar, entonces se producen profundas transformaciones que, sin pretenderlo directamente, sanan. Porque, en realidad, no hay nada más sanador que sentirte visto y reconocido en lo profundo”, advierte.
¿Cómo contribuyen a nuestro bienestar? Según el doctor en filosofía, la constelación circular puede llevarnos por caminos distintos pero, en general, algunos resultados que son palpables en casi todos los casos es que contribuyen a desarrollar el empoderamiento y soberanía personal, mejoran las relaciones personales, profesionales y afectivas. “Hace que conozcas tus zonas de sombra y se integren más en tu vida, que aprendas a resolver los conflictos interpersonales con tus padres, pareja, amigos, colegas o equipos de trabajo y, cada vez más, penetres en las verdades profundas de tu vida”, sostiene.
EL PODER DE LA INTELIGENCIA GRUPAL
El primer efecto luego de pasar por una práctica de constelaciones circulares es una mayor autenticidad y honestidad, en el que la persona se atreve a hablar de lo que hay de verdadero en una relación. “Esto sucede porque cuando uno es capaz de conectar en un entorno de seguridad, puede hablar de verdad con el otro y hacerse las preguntas y planteamientos que temía iban a destrozar su relación cuando, todo lo contrario, eran el camino para llevarla a otro nivel de mayor plenitud”, asegura Echegaray.
Los alumnos que forman parte de sus cursos de Constelaciones Circulares definieron a estas prácticas como “una forma diferente de escuchar de verdad”, “aprender a conectar”, “el poder de la inteligencia grupal para tocar lo más profundo de la persona”, “ser poroso”, “hablar de cosas que no me he contado ni a mí mismo” o “aprender a ejercer mi soberanía personal”, “una nueva forma de vivir y relacionarme con los demás”.
En un análisis general de su experiencia a partir de las constelaciones, Echegaray asegura que las personas que siguen este camino, “se sienten más libres en sus relaciones para expresarse y mostrarse tal como son, sienten que escuchan más, hay una experiencia de mayor empatía, amor, compasión e interés verdadero por el otro y su despliegue”, señala.
En términos prácticos, asegura que se atreven a abordar los conflictos con mayor serenidad, experimentan más seguridad emocional en el puesto de trabajo o encuentran que “ por primera vez pueden hablar con su hijo adolescente, o que se atreven a vivir situaciones ante las que previamente se sentían paralizados”, finaliza. Como conclusión, el autor de “Para comprender las constelaciones organizacionales”, sostiene que su aporte es lograr una manera diferente de estar con nosotros mismos, con los demás y con el mundo.
Fuente: LA NACIÓN